lunes, 8 de junio de 2009

De repente senti que perdería todo, que apostaría todo y lo perdería en el momento justo en que llegaran a avisarme que estaba comprometiéndome conmigo misma. Yo sabia que perdería, que intentaría dos y tres veces para volver a perder, pero en el fondo me desangraba con cada derrota alimentándome de la misma, como deseando suavizar la agonía, como queriendo devorarme poquito a poquito y con dolor,
Estaba en mis manos apoderarme de sus mentes caníbales, de sus espacios cerrados, de sus paredes libres, quería apoderarme de sus miradas, de su trivial camino de lujurias, quería que sintieran el lobo que me consume para que los consumiera también a todos con un suspiro largo.
Pero a cambio de eso, decidí dejar mi destino al azar, para intercambiar jugadas , para convertir el tiempo en una mala pasada, en un mal par de cartas, en un mal acontecimiento, en el peor episodio de mis días tristes. Estaría muy segura de perder señora, me encantaría perder con usted, perder su piel sobre mi piel, perder sus labios en los míos contagiándome de cada sonrisa agradable que decide obsequiar para hacerme ver que tanto la vida como los juegos nos duran dando vueltas y arrojándonos al jardín de corazones rotos. Que mal se siente el miedo, miedo de mirarla con otros ojos, miedo de sentirme sucia al querer robármela del stand en el que se encuentra, miedo de no poder saborear los placeres tanto como ud señora, miedo de enamorarme de otros, miedo de encariñarme conmigo misma y saber en el fondo que me odio porque no tendría sentido continuar manipulando el publico con la mirada nerviosa, con las manos sudorosas y con la mala pasada de una apuesta mal jugada.

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