miércoles, 3 de junio de 2009

TODO

Yo le dije que estabamos perdiendo el tiempo, que mientras transcurrian las horas no aprenderíamos a decir mas...entonces, sentimos como si estuvieramos mirando las miradas del otro, como si intentaramos decirnos todo a través de unas pupilas dilatadas;queriamos sentir el miedo en los labios para sonreir profundamente en el alma y terminar soltando una carcajada absurda en medio del silencio,sonaron las canciones mas esperadas por los oidos de mi conciencia, queriamos sentirnos amados, queriamos sentirnos alejados de la realidad,queriamos sentirnos gelatina y piedra. Queriamos que nos arrojaran al jardín desolado, y que nos rescataran de la profundidad del mar.No dijimos nada, entendiamos que el silencio era la mayor evidencia de nuestra inevitable partida,el sabía que nunca prestaría atención a sus incognitas frases desinteresadas, sabía que nunca podría entender en qué consiste descifrar su estado consientediferente a su propia presencia en la escalera, como intentando hacerme aprender la lección.Yo sabía que no le importaba que no entendiera nada!, él tan solo quería percatarse de mi presencia, de mis cortas faldas, de mis libres piernas, de mi rostro triste ymi mirada callada... tan solo queriamos ser los autores del libro de la muerte, queriamos morir entre explicaciones vergonzosas que ninguno entendería.Eramos dos polos en medio de un espacio concentrado y dividido por cuatro paredes, eramos dos indiferentes sensores del tiempo y el vacío... eramos cuanto no queríamos ser entre los dos.... una palabra mal dicha, una mirada mal puesta, una cruzada de piernas, y una sonrisa ingenua...
Quería decirle tantas cosas; que tenía miedo, miedo de mi misma, miedo de hallarme allí frente a ese abismo que separaba el “ahora”, miedo de… saberme a mí misma como la culpable del olvido, de la negación de mi maldito pensamiento machista que no me permitía ver el lado oscuro del sol.
Fué cuando decidimos intentar conseguir dinero para regalarnos joyas y adornar el salón, pero por desdicha concluimos que no teníamos nada, así que terminamos por regalarnos abrazos y unas verdades intrigantes para continuar suponiendo el bien de los demás.

Y le dije: Yo te quiero niño estupido, no te das cuenta!, olvidate de mi sortija, olvidate de las horas que pasan cuando te vas, si me resptas tus busos para calentar los dias en que no estás, prefiero ser gelatina y amoldarme a las piedras que arrohaste al jardín y las que dejaste en el mar.

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